En un día de prolijo sol, y habiendo ganado el primer tiempo 2 a 0, Dalla Costa empató 2 a 2 con un equipo de camiseta azul y blanca, llamado Chupanqui.
Los goles los hicieron Fede y Julián: el comienzo fue arrollador, y luego se tornó parejo hasta ingresar en una fase descendente, donde Chupanqui dominó, impreciso. Dábamos pases inciertos y la cancha se tornó un lugar árido, poco acogedor. Había tierra suelta, formando pelotitas, virutas de aserrín dispersas, la medialuna del área oeste raspaba como arena. Al mirar hacia arriba, el cielo estaba lavado.
Un desborde de Lucas Le Roux terminó en gol de Fer Bermejo, pero el árbitro lo anuló, de forma incorrecta. Emi Bergoglio fue expulsado por comportamiento verbal irónico, Hernán no pudo jugar. Martín lucía desconsolado, corría como un noble trébol por le medio de la cancha, intentando retomar las riendas del partido; Chupanqui al tener la pelota equivocaba pases, y el árbitro, apodado el Steve Martín de Tarija, nos amenazaba con amarillas y con redoblar la apuesta si nos escuchase hablar mal de él.
Había niños en la cancha de al lado, otro partido atrás, y ellos tenían una hinchada femenina de aceptable nivel (entre 5.5 y 6 de belleza, siendo 10 el máximo). Ale Gimeno entablaba conversaciones con los rivales y Cristian prácticamente no recibió ataques: el segundo tiempo fue muy extraño. El cielo siguió igual de premonitorio, ya que pronto bajarán las temperaturas y tendremos que jugar con mangas largas. Nos empataron a partir de dos errores nuestros y tuvimos tres oportunidades claras de conversión. El resultado moral quedó a favor de Dalla Costa, el dominio del partido quizá le correspondió a Chupanqui. El Alfajor de Oro fue para Fede Arroquy, que convirtió de cabeza el uno a cero. Luego, en un mano a mano, quiso picarla y la pelota salió hacia un costado, como un sapito vago. Igualmente, la intención de picarla la manifestó el Fede mismo, pero para nadie fue esto claro. Incluso hubo un conocido volante que murmuró: “El Fede es así…”
Un defensor preguntó: “¿Cómo se llama la religión del Fede?...”
Después, entre las tres gaseosas del bar de los jujeños, en la Valparaíso, salió a luz que nuestro calvo delantero se “había hecho” (sic) a la hija del árbitro, Ramón Araya, y de allí la inquina con la cuál este procedió a:
- amonestar a Polémica Pardo por descontento generacional
- ignorar una patada de atrás a Maxi Peralta
Sobre tal, masculló: “Pudo haberlo esquivado”… Y sonrió cómplice con el volante central de Chupanqui, que llegaba al sitio con esas ínfulas de “se hará justicia”, “yo copo la parada” y… “Mirá como saco ventajas hablando…”
Los goles los hicieron Fede y Julián: el comienzo fue arrollador, y luego se tornó parejo hasta ingresar en una fase descendente, donde Chupanqui dominó, impreciso. Dábamos pases inciertos y la cancha se tornó un lugar árido, poco acogedor. Había tierra suelta, formando pelotitas, virutas de aserrín dispersas, la medialuna del área oeste raspaba como arena. Al mirar hacia arriba, el cielo estaba lavado.
Un desborde de Lucas Le Roux terminó en gol de Fer Bermejo, pero el árbitro lo anuló, de forma incorrecta. Emi Bergoglio fue expulsado por comportamiento verbal irónico, Hernán no pudo jugar. Martín lucía desconsolado, corría como un noble trébol por le medio de la cancha, intentando retomar las riendas del partido; Chupanqui al tener la pelota equivocaba pases, y el árbitro, apodado el Steve Martín de Tarija, nos amenazaba con amarillas y con redoblar la apuesta si nos escuchase hablar mal de él.
Había niños en la cancha de al lado, otro partido atrás, y ellos tenían una hinchada femenina de aceptable nivel (entre 5.5 y 6 de belleza, siendo 10 el máximo). Ale Gimeno entablaba conversaciones con los rivales y Cristian prácticamente no recibió ataques: el segundo tiempo fue muy extraño. El cielo siguió igual de premonitorio, ya que pronto bajarán las temperaturas y tendremos que jugar con mangas largas. Nos empataron a partir de dos errores nuestros y tuvimos tres oportunidades claras de conversión. El resultado moral quedó a favor de Dalla Costa, el dominio del partido quizá le correspondió a Chupanqui. El Alfajor de Oro fue para Fede Arroquy, que convirtió de cabeza el uno a cero. Luego, en un mano a mano, quiso picarla y la pelota salió hacia un costado, como un sapito vago. Igualmente, la intención de picarla la manifestó el Fede mismo, pero para nadie fue esto claro. Incluso hubo un conocido volante que murmuró: “El Fede es así…”
Un defensor preguntó: “¿Cómo se llama la religión del Fede?...”
Después, entre las tres gaseosas del bar de los jujeños, en la Valparaíso, salió a luz que nuestro calvo delantero se “había hecho” (sic) a la hija del árbitro, Ramón Araya, y de allí la inquina con la cuál este procedió a:
- amonestar a Polémica Pardo por descontento generacional
- ignorar una patada de atrás a Maxi Peralta
Sobre tal, masculló: “Pudo haberlo esquivado”… Y sonrió cómplice con el volante central de Chupanqui, que llegaba al sitio con esas ínfulas de “se hará justicia”, “yo copo la parada” y… “Mirá como saco ventajas hablando…”
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