miércoles, 16 de diciembre de 2009

EL VIERNES A LA NOCHE DALLA COSTA DESPIDE ESTE AÑO


En la casa de Martín Polémica Pardo, este mismo viernes, llamado 18, el Deportivo Dalla Costa despedirá el 2009, esperando el 2010, y...

esperando el Sol.

Requisitos para asistir: ser Dalla Costa, que implica llevar dos chorizos, pan y un poco de dinero para cruzar al kiosco de Posadas y Zuviría a fines de comprar bebidas. Y qué significa despedir el año? Celebrar casi todo. Es decir, mirar debajo del cordón , investigar las ratas que quedaron en los bares del centro, subirse auna mesa de ping pong y recordar los dos campeonatos.

Porque Dalla Costa jugó dos campeonatos, y en uno le fue mejor que en el otro. Porque pasaron varios meses, todo un año, y todos los climas.

En la casa de Martín, y encima va el Gonza. Que confirmó su asistencia, al igual que Slatan y porqué no Rolando. Y Santiago, el de Redondo, y que decir del Tigre Bermejo, y del emblemático Negro Palacios. Y coronando el astro rey, Davidiano de los Alpes.
Hernán, el coloso de Rodas, Trompeta, el genio de la lámpara.
Y más y más. Marcos Luna, el Antonio Tormo de barrio ATE.
Y más. A las 21 y 30. Timbre, casa de Martín, choripán y colegio.

Irlanda y Santi Redondo.

PALABRAS CLAVE: choripán- Martín Pardo- Barrio Juniors - Young Turks

lunes, 14 de diciembre de 2009

DALLA COSTA FELICITA A BANFIELD



El Deportivo Dalla Costa, de la ciudad de Córdoba, hace llegar sus felicitaciones a su colega del Club Atlético Banfield, que ayer se coronó campeón por primera vez de los torneos que organiza la Asociación del Fútbol Argentino.

Dalla Costa, que ya fue 3 veces campeón, saluda al Taladro de Lomas de Zamora, repudiando tan solo que haya podido dar media vuelta olímpica, y no la vuelta entera, por esas condiciones irracionales en las cuáles se enmarca este tristemente riachuelo del fútbol nacional.

Además, saluda a Santiago Silva, goleador del torneo, indicándole que su parecido al Bahiano de Los Pericos ha incrementado la simpatía que ex jugadores albinegros como Nacho Giannotti, tienen hacia el club.

Se deja en claro también que hay grandes similitudes entre Banfield y Dalla Costa, a saber:
- Rolo Allemañy es el Ervitti del albinegro
- la cultura futbolística de la que proviene James Rodríguez, no anuda acaso a nuestros Play Station Boys (Gimeno, Le Roux, el Lobo...)?
- Santiago Silva no es el Guglielmone que llegó a Dalla Costa?
- Grandes semejanzas entre Santi Redondo y Víctor López
- El Fer Bermejo se para igual que Bustamante
- El Monchi y Falcioni, algo más que un parecido ideacional?
- Si Gimeno hubiera continuado su carrera futbolística, no sería como el Quinteros del Taladro?
Por otra parte, y teniendo en cuenta el rival que ayer tuvo Banfield en la definición, hay algo en Formica de Newells que tiene nuestro Gonza Marull, unos años después.
El Deportivo Dalla Costa, entonces, ratifica que acepta el título de Banfield, lo reconoce como campeón, y promete no derrochar nada que tenga de sobra.
Y también pregunta: porqué Sebastián Fernández está en la selección uruguaya y no Silva?

jueves, 10 de diciembre de 2009

JUEVES POR LA NOCHE



Era jueves por la noche y los muchachos de Dalla Costa se juntaron a jugar un picado. Relámpagos y una lluvia desdentada sobre la cancha de tierra que separa el Abasto de las vías. Una pared de veinte metros con ladrillos a medio caer y una cancha de paddle a la derecha. En el pequeño terreno, el Gonza Marull con camiseta azul tira paredes con el rolito Allemañi.

Algunos se preguntan: porqué Rolo no es catalán?

Pucho Martiarena ataja los remates de Trompeta Brugiafreddo. Maxi Peralta se la tira larga al polaco Dreizik.

En el otro equipo, Slatan y Polémica pierden por seis. Y por más, y a veces por menos. Los relámpagos se encienden cada vez más cerca. Unos remolinos negros vagan por los callejones que separan los boliches de los antros.

Hace diez años, los caminábamos con los ojos rojos y desesperanzados. Hoy los sobrevolamos en cuatro ruedas y panzones. Tenemos el vientre inflamado.

la cara se nos está cayendo como piel. Corremos poco y nada, y por momentos, mucho.

El equipo de rolito saca cada vez más ventaja. Diez pequeño burgueses esperando que pase el momento. El televisor , la computadora y la familia esperan blancos.

Hacia atrás, una lagartija gris. Una telaraña con ángulos perfectos. Descansar sobre un borde de cemento, mientras un cachorro negro juega entre las piernas.

Los muchachos de Dalla Costa no cuentan dinero: lo gastan en fútbol, para divertirse después.

Son los muchachos que pasaron, los que escuchaban Attaque 77 y Peter Gabriel, los que ahora pasan por plaza Vélez Sársfield y asombrados recuerdan como podrían haber tirado un colchón en el banco más gris de la noche y sus canteros.

jueves, 3 de diciembre de 2009

EL PACTO DE MONCHI


Jorge el Monchi Mir, nuestro director técnico en el año 2002, tenía las cejas juntas y la mirada concentrada. Arrastraba un poco los pies y cuando levantaba la vista, exploraba el ambiente. Se podría decir que recolectaba intuiciones. Caminaba apurado, por la calle Obispo Trejo, entre librerías para abogados y peligrosos aspirantes a la justicia, que más tarde fundarían el partido Radical. Tres del albinegro sabían de Monchi Mir, y le seguían mientras se encontraba en las ruinas y los monumentos de los Jesuitas.

Lo vieron de cerca: llevaba en su mano derecha el tronco de una manzana roída, y en la izquierda, un libro de tapas marrones. A la manzana le pronunciaba sílabas, bien marcadas. El libro decía las palabras clave: Racing- Alejo ledesma- Arquero- Convicción- Granadina.

Monchi tenía voz de locutor y pensaba tanto en Racing como en Dalla Costa. Era muy querido por el plantel , al punto que le cantaban "Monchi, Monchi, Monchi, Bon", mientras confiaban en delegarle la responsabilidad de la dirección técnica.
Una de sus consignas era aceptar los recursos disponibles, lo que le acercó al realismo político de Sebreli, extrapolado a la conducción futbolística. Entonces lo seguimos, y, como si percibiera el olor de los albinegros, Monchi aceleró el paso. Treinta metros por detrás, veíamos su espalda algo arqueada, y nos preguntábamos por el Misterio Monchi (MM), y por Gondwana, separándose justo desde la ventana de nuestro querido arquero- técnico, jugador...

- A ver, hablame del MM- le dijo el delantero al recién llegado número dos.
- El MM es geográfico: ¿dónde vive Monchi? ¿Qué es el periodismo? ¿de qué valen tantos programas de fútbol si en ninguno se piensa? Porque el fútbol es ejemplo flagrante de un conjunto no-pensado.

Y ellos se miraron, o se detuvieron, o recordaron, o agradecieron. Y porqué no hablar del departamento de Monchi? Si vive en Córdoba, acaso no vive entre paredes blancas? Y la distribución de los continentes, y su habitación, y su ventilador que separa China de Africa? Jorge Monchi Mir, el de las cejas gruesas, de la palabra encendida, el de las definiciones claras. Va a hablar el Monchi, la pelota está escuchando.
Y a fin de año, entre Navidad y Año Nuevo, con las miradas en la Terminal, había en las vitrinas tres títulos para Dalla Costa, y uno en el marco de la imposible Facultad, los otros en el contexto de la Liga Jujeña. Entonces Monchi se subía al Córdoba Coata con un boleto para Alejo Ledesma. Un pie en la pequeña escalera, el calor insoportable de las fiestas, y el amigo que iba a dejar una de sus manos inscriptas, o grabadas, en las paredes de la Compañía.
La vimos y la vemos: tiene la forma exacta de los guantes del querido y enigmático Monchi Mir. MM, mano en la pared, cielo estrellado, locución y trigo, allá, cerca de Rosario.

Cuando llegó al sur de Córdoba, no demoraron los agricultores en advertir que curiosos círculos se dibujaban entre los maizales, como señales hacia un cielo parecido a las ideologías de ciertos masones.

Desde la radio, y hasta la actualidad, los mensajes de Monchi llegan y el dallacosteño nuevo o viejo se detiene. Está hablando Monchi, hay una charla técnica en do mayor.
Y todos, ya de pie, hacen el hip hip hurra honrando un misterio que tiene forma de copa y orgullo de ruiseñor.
MM: Misterio Monchi. MC: Monchi Corre. MD: Monchi Decide.
Una vez un suplente hizo un gol y con alegría dedicó: "Para vos, Monchi, Monchi, Monchi Bon."

DIECIOCHO PENES ANSIOSOS

Laura Blanche, del Instituto Politécnico de Santa Marta, suele visitar seguido a los jugadores del Dalla Costa. Tiene los pómulos que le gustan a Gimeno, y la actitud de un roble quebrado. Laura es nuestra amiga.
En el último partido que jugó el albinegro, estaba recostada detrás del arco norte, más allá de la red y cerca de la empalizada blanca final.

- Allá está Laura- gritó Rolito.

La saludamos, saludó. Exuda nobleza.

Cayejas 2, Dalla Costa 1: luego del asado en la casa de David, al llegar al centro, Laura se sentó en una de las mesas que Delicity tiene en la vereda de la Chacabuco.
- Son dieciocho penes ansiosos- dijo, mientras untaba con manteca un grisín de salvado.
Ella es familiar del flamante Secretario de Tecnología y Producción, tiene los cabellos largos y planchados, una hermosa nariz delgada, labios juveniles y ojos entre celestes y amarillos.
- Chicos, los vi, detrás de esos pantaloncitos blancos, pero esta vez los vi a todos. A ustedes, a los rivales, a los equipos que jugaban en la cancha de al lado, a los otros y a los demás. Todos bueyes.

- Querés decir que no te gusta?- preguntó el marcador central.

Ella sonrió, como si el torpe pájaro hubiese caído en la trampa. El gato se relamió y volvió en si, recompuesta para poder mantener la conversación. Le brillaban las pintas amarillas, estrellas de sus pupilas.

- Ustedes me encantan- y decía "es eso", ajusticiando la cultura.
- Esta conversación que estamos teniendo, es una conversación. Estamos hablando y vos nos estás diciendo algo de Dalla Costa, y nosotros seríamos eso...

El café con leche tenía sabor a crema ácida y las medialunas se descamaban en la mesa. Otra vez, al partido le había faltado Trompeta.
"Qué poco somos", pensaba el Negro, mientras calculábamos cuál de ellos.

Laura había sembrado de ecuaciones el partido, y había establecido definiciones post facto: "Dieciocho penes arrullados en una columna biológica". Empezó a reir, como Suiza, y se le cayeron unas migas entre los labios.
Las juntó con la lengua, de la punta a la base. Se tocó el mentón, señaló el quincho del Emi Bergoglio: Cuándo se vuelven a juntar? - Y luego, asestó el golpe final: Cuando se juntaron?
Silencio e incomodidad cansada. Esa sonrisa la pensó Tim Burton, y antes, Lewis Carroll.

-Claro, el gato de Cheshire- exclamó el otro negro, sobreidentificado.

Laura Blanche se tocó el aparato de la memoria: En abril o mayo es que vuelven a jugar? Vuelven?
Sus ojos en marea alta, arrastrando jugadores. Nos vio ganar, empatar y perder.

- Ustedes cuando ganan se divierten, cuando empatan procrean y cuando pierden, estudian. Ahí se dedican a estudiar.

La seguíamos, sin hablar. Un delantero quería comer una factura sin perder de vista sus manos, que tamborileaban entre los platitos.

- Dieciocho penes trotando despacito, al calor. Van a quedar siete, y estarán perfectos.

Algunos permanecieron en el café, aún cuando Laura se fue, Obispo Oro al este. La noche fue tapando despacito los huecos entre las nubes, el E1 pasó más rápido que un lunes y la cuenta quedó flotando entre las gotas derramadas de té.

martes, 1 de diciembre de 2009

BUENOS AIRES 1060



Por la Buenos Aires, rumbo al centro, casi llegando a la Estrada, ahí se lo ve: un edificio que no tiene nada de particular, casi viejo, con algunos ladrillos a la vista y una puerta apenas entrando desde la vereda. Subiendo las escaleras, el departamento. Un living pequeño, una habitación aún más, un baño escondido en el medio y una cocina que junta la heladera con las hornallas.

Corre el año 2002 y el Beto Trapaglia anda descubriendo Córdoba: Dalla Costa se mueve de izquierda a derecha, la gente pregunta de qué se trata, entramos al departamento, se escuchan los ruidos del vecino.

Hay compacts de The Cure, Gilda y Massive Attack. Hay libros de Sábato, fotos de Alejandro Huerma y unas vasijas de barro.

Está preparando salsa de los cuatro quesos: está preparando la noche que se viene. Suena el timbre y el azar quiere que la puerta se abra cada quince minutos. Siquiera había un arreglo establecido, es el templo de Dalla Costa. Hay una maceta que alberga el jardín de la alegría. Se empieza a escuchar una guitarra, suena otro timbre.


Abrazos. Buenos Aires al 1060. A las once, diez y treinta o tres de la mañana, podés ir. Por la mañana, las medialunas y el café. Cerca de la una, el mate con ravioles. El partido en la cancha tres, contra los primeros que vengan. Luego, la ducha y las estrellas. Llegar con un malbec y una coca para acompañar el criadores. Planificar el arribo al Abasto.

Deambular entre Capitain Blue y El Cairo. En la Costanera hay unos pibes que suelen meterse al río. Volver por General Paz, haciendo círculos de gol en cada esquina. Revisar la entrada del Ojo Bizarro, secuestrar el cenicero de una madama cubierta de cera.

Disolver el hambre con criollos de Del Pilar: festejar el chocolate Milka que tiene el kiosquero bajo llave. Esperar el domingo, manso, mirar películas con voz de otoño.

Cuando se tira, por fin, a ver el partido, ve tres a la vez.

Buenos Aires al 1060: el Aleph del albinegro.