SABIDURIA INTERNA

Si bien ganar es algo divertido en si y hay equipos que dejan regular su felicidad por tal condición, jugar en Dalla Costa nos permite acopiar un cúmulo de “saberes internos” que prescinden de tal contingencia.

Algunos de estos "conocimientos" pueden repetirse en otros equipos, otros no podríamos precisarlo y hay proposiciones que seguramente solo se reparten en las almas del albinegro. He aquí un listado tentativo de la sabiduría interna que en estos años hemos forjado, como alternativa a moderar la satisfacción tan solo por visitar la red del adversario con mayor frecuencia que la propia.

En Dalla Costa se sabe que…

1- Hay un libro que llamaríamos Dazquero que tiene carácter verdaderamente esotérico, y a diferencia de los consabidos Príncipe de Maquiavelo, Art of Writing de Strauss y hasta el Zaratustra nietzscheano, este solo circula entre algunos directores técnicos y jugadores, indicando fórmulas lingüísticas y espaciales, que producen “potencias simbólicas” en los partidos, como condensados Aleph o implosiones creativas imposibles de describir por cualquier ciencia del deporte. Es una cuestión de iniciados, y hay un hombrecito de la misma liga que sabe que en Dalla Costa hay uno que lo leyó, o lo lee

2- "El que las uvas entrega, con sus ruedas", por ejemplo, antes de que empiece cada partido pasa un tiempo mirando los jugadores y conformando sistemas. Decíamos Mostaza Merlo y el Paso a Paso, los penales del brujo de Estudiantes, la moneda que tira Alex Ferguson. La corriente de comunicación va por una sensibilidad diferente a la argumentación. Estrechamos Dazquero

3- Estamos en mitad de tabla: se podrían trazar pronósticos de cómo nos va a ir. Podríamos analizar el pasado y trazar una curva predictiva. Nos vamos a encontrar con rivales conocidos, podríamos calcular una recta de regresión. Compararnos con lo que fue. Considerar lo acontecido como causa. Sin embargo, el triunfo necesita del reconocimiento del otro. Por ejemplo, que La Legión reconozca que ganó San José. Que haya un deseo común y sostenido por el triunfo en la Liga.

3- Si colocásemos un reloj con cuenta regresiva a lo que nos queda de vida, esta sería una pérdida continua más allá de cómo organicemos sus secuencias y proyectos. Por eso nos hundimos en la cancha. El Checho Arch, en el 2003, se cayó en trompo jugando contra Lavalle, ante las carcajadas de Enrique, que no paraba de reir con su buzo rojo. Una hora antes, el espigado núemro dos salteño se había emborrachado con su suegra, paró un taxi y le dijo: “A la liga jujeña”- no podía parar de reírse. A dónde? le dice el tachero. Jugamos contra Lavalle, capo- no podía terminar las frases, había fumado la de Manu Chao: con la suegra. Estaba feliz y cuando cayó, solo, en mitad de cancha, pidió penal. Enrique tampoco dejaba de reírse (horas después regresaría en su silencio a la fundación donde era paciente). Quién echa moco, Enrique? Ni lo dudó, señaló al Checho, que, compungido, pedía el cambio. Con las manitos juntas le decía al árbitro: se tira, juez; pero hablaba de él mismo. A ver Checho, diferenciemos: yo- no yo. Empecemos por ahí, dijo el por entonces ayudante de campo. Era un sábado que terminaba el invierno.

4- Y pasábamos las noches en la Buenos Aires, en el departamento del mismo. Ni siquiera había que avisar. Era tocar timbre, pegar el grito y subir. Teníamos un lugar para los intersticios que quedan entre la última luz del sol y la noche temprana de un sábado. Y entre el mediodía y la hora de ir a la cancha. A veces íbamos en busca del tiempo perdido. A veces repetíamos a la eternidad los botines al cuello, eufóricos o cansados.

5- “El viejo de arriba” de la Bersuit; Boys don´t cry de The Cure; en el libro Dazquero se destaca el movimiento de los tobillos.

6- Estamos en mitad de tabla.