domingo, 7 de septiembre de 2008

EL PANAL DE HOLMES


En O Higgins y Cosquín está el famoso panal de Holmes, propiedad de Tom Holmes; tiene no más de cincuenta centímetros de alto por treinta de ancho, una humilde coloración gris y unas desvencijadas maderas como soporte: y sin embargo, su bien ganada fama se debe a que visitarlo implica someter a remoción y cuestionamiento las ideas más fuertemente arraigadas en lo emocional.
Así es como, domingo al mediodía, tomamos tal avenida y de visita al Panal de Holmes, comenzamos la revisión dialéctica.

Abejas delgadas y alargadas, volando perezosas en su derredor. Tom Holmes almorzaba con parientes irlandeses y unos amigos del trabajo. La humedad de las nubes completaba el gris del barrio tranquilo. Unos autos, aislados, yendo al Easy y Carrefour. Córdoba, la mediterránea, aspirando para expirar.

El fútbol también es una reminiscencia atávica, una metáfora en acción de las antiguas batallas tribales. El objetivo de cada partido es someter al rival burlándose hasta el gol.
El partido es una demostración, también imaginaria, para que un adversario se someta, bajo ciertas reglas.
Jugar al fútbol es expresar al guerrero, al trabajador de la astucia que tiene por divisa: vencer y vencer.

Un equipo de fútbol es una colectividad donde se suprime el individuo: con alivio, el burgués liberal renuncia a sus negociaciones y se inmersa en la masividad del objetivo común. Los equipos que no logran suprimir a los individuos, fracasan.
Las masas deben integrar las fuerzas antiguas y guerreras: el fútbol es una puesta en escena de la dicha heroica que apuesta también su vida, nuevamente poniendo en valor el peligro.
Quien quiera jugar al fútbol, que olvide su seguridad.

El panal estaba quieto y el cronista parado fijo frente a él. Hay valores como la picardía, la agresividad y la sinrazón colectiva que hacen que un equipo de fútbol comienza cuando un compañero siempre tiene razón, sin importar la razón de su absurda acción.
Si lo hace el rival es malo, si lo hace un guerrero propio, es bueno.

Se puede jugar al fútbol prescindiendo de estas devoluciones: el panal solo habla en silencio, disfrutándolo. Allí, apenas sostenido, como un cesto de basura, permanece indiferente a las reacciones despectivas del que se ve confrontado.

El fútbol como movilización del cuerpo reconocido en el Vallhalla. Como saludo de las Valkirias que van a enjugar el sudor de los bárbaros que tuvieron en claro que, suprimido el uno, solo importaba ganar. Por las noches, entonces, reciben su hidromiel.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

COMENTARIO: