jueves, 3 de diciembre de 2009

DIECIOCHO PENES ANSIOSOS

Laura Blanche, del Instituto Politécnico de Santa Marta, suele visitar seguido a los jugadores del Dalla Costa. Tiene los pómulos que le gustan a Gimeno, y la actitud de un roble quebrado. Laura es nuestra amiga.
En el último partido que jugó el albinegro, estaba recostada detrás del arco norte, más allá de la red y cerca de la empalizada blanca final.

- Allá está Laura- gritó Rolito.

La saludamos, saludó. Exuda nobleza.

Cayejas 2, Dalla Costa 1: luego del asado en la casa de David, al llegar al centro, Laura se sentó en una de las mesas que Delicity tiene en la vereda de la Chacabuco.
- Son dieciocho penes ansiosos- dijo, mientras untaba con manteca un grisín de salvado.
Ella es familiar del flamante Secretario de Tecnología y Producción, tiene los cabellos largos y planchados, una hermosa nariz delgada, labios juveniles y ojos entre celestes y amarillos.
- Chicos, los vi, detrás de esos pantaloncitos blancos, pero esta vez los vi a todos. A ustedes, a los rivales, a los equipos que jugaban en la cancha de al lado, a los otros y a los demás. Todos bueyes.

- Querés decir que no te gusta?- preguntó el marcador central.

Ella sonrió, como si el torpe pájaro hubiese caído en la trampa. El gato se relamió y volvió en si, recompuesta para poder mantener la conversación. Le brillaban las pintas amarillas, estrellas de sus pupilas.

- Ustedes me encantan- y decía "es eso", ajusticiando la cultura.
- Esta conversación que estamos teniendo, es una conversación. Estamos hablando y vos nos estás diciendo algo de Dalla Costa, y nosotros seríamos eso...

El café con leche tenía sabor a crema ácida y las medialunas se descamaban en la mesa. Otra vez, al partido le había faltado Trompeta.
"Qué poco somos", pensaba el Negro, mientras calculábamos cuál de ellos.

Laura había sembrado de ecuaciones el partido, y había establecido definiciones post facto: "Dieciocho penes arrullados en una columna biológica". Empezó a reir, como Suiza, y se le cayeron unas migas entre los labios.
Las juntó con la lengua, de la punta a la base. Se tocó el mentón, señaló el quincho del Emi Bergoglio: Cuándo se vuelven a juntar? - Y luego, asestó el golpe final: Cuando se juntaron?
Silencio e incomodidad cansada. Esa sonrisa la pensó Tim Burton, y antes, Lewis Carroll.

-Claro, el gato de Cheshire- exclamó el otro negro, sobreidentificado.

Laura Blanche se tocó el aparato de la memoria: En abril o mayo es que vuelven a jugar? Vuelven?
Sus ojos en marea alta, arrastrando jugadores. Nos vio ganar, empatar y perder.

- Ustedes cuando ganan se divierten, cuando empatan procrean y cuando pierden, estudian. Ahí se dedican a estudiar.

La seguíamos, sin hablar. Un delantero quería comer una factura sin perder de vista sus manos, que tamborileaban entre los platitos.

- Dieciocho penes trotando despacito, al calor. Van a quedar siete, y estarán perfectos.

Algunos permanecieron en el café, aún cuando Laura se fue, Obispo Oro al este. La noche fue tapando despacito los huecos entre las nubes, el E1 pasó más rápido que un lunes y la cuenta quedó flotando entre las gotas derramadas de té.

2 comentarios:

  1. Que buen relato Juli!!..

    Esto no da para más!!.. PARA CUANDO EL LIBRO DE DALLA COSTA??

    "CRONICAS DE DALLA COSTA".

    BUEN PASATIEMPOS ENTRE SOL Y MAR, ENTRE NOCHE Y LUNA DE PIRAMIDES...

    ABRAZO, FEDE

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  2. dalla costa es institución, es un tatoo en la pantorrilla y es sangre. todos llevamos a dc encima. está en casa. en los saludos, también cuando volamos y -cuántas veces!- en la fantasía. dalla costa ya está volviendo, desde que dejó la cancha la última vez (todos sabemos eso). nos vemos este lunes por el cumple de santi.

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