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En la Mesa de Control de la liga se pergeñaba un plan de dudoso origen: el fin de semana venidero el albinegro podría jugar hasta dos partidos, de ganar el correspondiente al sábado, también jugaría el mismo domingo. Esto se debe a la necesidad de avanzar raudamente en estas instancias para llegar de forma conjunta con la “Rueda de Ganadores” a las esperadas finales.
Se señaló que el rival, Club Pueyrredón, ayer no fue. Es decir, Dalla Costa si lo hizo, se cambió, trotó, estaba entusiasmado con la idea del partido por jugar, y no había con quien hacerlo. Vera llamó por teléfono y el volante central de los ausentes manifestó: “No, no vamos.”
Es esto casualidad? O la consecuencia directa de, por ejemplo, ya haber derrotado por cinco a uno a este mismo equipo?
Ellos sabían que volvería a jugar Guglielmone, sospechaban de la presencia del tiburón Arroquy y se alegraron cuando Ponce Japaze anunció estar acalambrado.
Una de las novias de Club Pueyrredón, la Vani Solveschini, le dijo al nueve:
- Centrodelantero, porqué no te quedás? Vemos España- Alemania, que tanto te gusta, y tomamos unos mates. Recuerda que yo te amo, y así será toda la vida- mientras se quitaba unos pantalones de corderoy y le mostraba una tanga violeta.
El centrodelantero la miró, deslizándose por su panza lisa y bronceada, con un piercing brillante. Ella ya tenía su ropa por el piso y giraba hacia la hornalla.
- Yo me quedo- dijo- llamo al marcador de punta para avisar que estoy engripado, que no estoy bien.
La tanga se llamaba Nacha y fue comprada en el Patio Olmos. Tenía volados turquesa y un patito en el centro. El centrodelantero fue hacia ella, la mirada fija y rítmica. Pensó en su San Luis natal, en las sierras que rodean la ciudad, y agradeció estar allí, concentrado.
Mientras, Dalla Costa jugaba un amistoso entre sí: se destacó Santiago Redondo, por su ida y vuelta festivo, Rolo Allemañi, tirando tacos por derecha e izquierda y Fernando Bermejo, anticipando intenciones.
Un tiro de Pardo dejó la pelota cerca del alambrado, que linda con los pequeños edificios de la Valparaíso. Al ir a buscarla había una colonia de caracoles: estaban todos agrupados y caminaban muy rápido, más de lo común. Eran caracoles veloces y tenían ojitos grises. Y miraban, hacia arriba, como avizorando un tsunami diminuto, pero no menos trágico.
Caracoles, caracoles- y el partido seguía. En la cancha 2 San José le ganó a La Legión Extranjera por 2 a 0, y pasó a semifinales. Un defensor de La Legión empujó al árbitro y el partido se suspendió. Ese mismo árbitro, Rodrigo de Azcuénaga, tuvo problemas con Bergoglio. Pero nuestro defensor supo erigir un dique ante el impulso homicida. Constitución psíquica por delante, caracoles fuertes, invención dominical.